DIANA CAROLINA CORTÉS OTERO
Crónica Periodismo Deportivo
Unión cultural entre gritos de pasión
El sol en la Ciudad de Cali subía la tensión del ambiente, la pasión del lugar crecía entre todas las personas que se encontraban en el Estadio Pascual Guerrero. Se escuchaban los gritos de emoción, miedo y esperanza, algunos admiraban sentados en la tribuna el esfuerzo de cada deportista, que se desenvolvió casi como si fueran niños de nuevo en un gran parque de diversiones, mientras otros saltan como canguros, otros corrían como gacelas y los atletas se esforzaban por tirar la bala con toda su energía, con las miradas del público sobre ellos y la intensidad de la competencia aumentando.
Por otro lado, los mismos deportistas se reunían entre ellos, con equipos en la tribuna, para gritar a todo pulmón el nombre del compañero que se encontraba compitiendo, casi se sentía como sus voces empujaban a sus compañeros a darla toda en el intento. Ellos compartían una energía armoniosa, sin perder esa chispa apasionada que sus ojos reflejaban por el amor a su deporte acompañados de una dulce sonrisa cada vez que un niño o niña les pedían una foto. Era evidente como esperaban poder ser una inspiración para futuros deportistas y amantes del deporte.
La intensidad subía, el sudor caía, algunos hasta lloraban, sin importar los colores de las camisetas la emoción comenzaba a crear vínculos entre los reunidos, algunas personas se miraban de reojo contemplando la diversidad del otro, otros jamás habían tenido la oportunidad de ver a otras personas de países tan diversos y se quedaban atónitos de la maravilla que era y que estaba permitiendo el Mundial de Atletismo sub 20 en Cali.
El ambiente de diversión no sólo se vivía en la cancha, donde los atletas estaban viviendo el sueño de sus vidas, sino que también vivían un carnaval las personas que estaban en la tribuna. ¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! gritaba la gente mientras un joven del equipo de Brasil bailaba al ritmo de la salsa caleña, los movimientos del joven contagiaron a algunos deportistas australianos que también bailaban y gritaban, a los pocos segundos una parte de la tribuna del primer piso de occidental animaba al joven y cantaban y bailaban entre sus sillas. Este momento de fiesta llegó a su máxima expresión cuando colocaron una canción muy famosa brasileña y todos los brasileños y algunas personas de otras nacionalidades cantaban al son de Mc Kevinho.
Después de risas y baile llegaba el momento de preparación para presenciar la magia de otra competencia para jóvenes deportistas. Así transcurrió la tarde y la noche, así fue como el deporte se convirtió en el hilo conductor de la unión de más de 160 culturas en un mismo espacio, un mismo grito de pasión, un abrazo sudoroso de esfuerzo y dedicación, una risa y una foto, un abrazo de corazón a corazón.