DIANA CAROLINA CORTÉS OTERO
Crónica Literatura Narrativa
y Periodística
Remar: Un grupo sanador de vida
El timbre para entrar a clases suena, Mateo Orozco Osorio está estresado y un poco arrepentido, mira arriba el grado que le pertenece a su nuevo salón de clases y se asegura que diga noveno, porque tal vez su mente lo podría traicionar y se confundiría de grado, entrando al salón de grado décimo, pero no puede, porque está repitiendo noveno en un colegio pequeño, pero cálido, un colegio ameno donde todos los días puedes ver a los alumnos en el descanso, en el colegio Cristo, de la capital estudiantil, la capital del Reinado Internacional del Café, Manizales.
Su día inicia lento, pues sólo tiene un amigo en el salón, no conoce a nadie más y él no es una persona muy sociable, así que prefiere quedarse sentado en silencio en su silla. Al pasar el día, entra el coordinador de Remar al salón de Mateo y los invita a que participen en un movimiento juvenil. Sin embargo, él ya tenía conocimiento del grupo de jóvenes fieles a Marcelino Champagnat, llamado Remar, porque recibió la misma invitación un año antes. A pesar de que Mateo creía que era para gente extraña, ese año algo en su corazón hizo que sintiera que debía intentarlo, arriesgarse a un nuevo mundo los viernes en la tarde.
El primer día en este extraño mundo juvenil no le pareció bueno ni malo, sin embargo, una energía lo atrapó, algo mágico de los líderes y de las actividades lo engancho. Así que siguió quedándose y cada viernes que pasaba más le gustaba, pero no sólo lo enamoró el ambiente seguro y familiar, sino que Mateo encontró otra forma de ver la vida.
¿Pero qué es esa nueva forma de ver la vida que Mateo conoció? Cada viernes era un caminar, chocar, quebrar, llorar, encontrar, construir y amar. Puesto que cada marea, es decir, cada encuentro, los líderes de su carabela o grupo dividido por grados realizaban actividades de introspección.
Así que Mateo comenzó a caminar de la mano de personas que creía eran raras al principio, pero después descubrió que son personas maravillosas, las cuales puede confiar plenamente. Chocó al enfrentarse a sus inseguridades por el acné que sufrió en su adolescencia, por ser tan blanco como esta hoja de papel en Word donde estoy escribiendo, por su delgadez que podría confundirse con la flacura de un espagueti. Pero no sólo chocó al tener al frente el monstruo de sus inseguridades físicas, también lo golpeó la realidad de su timidez, al ser una persona que pareciera tener su corazón escondido en lo más recóndito de alguna montaña pintada de blanco.
Muchos vidrios rotos en el piso, en las paredes, incluso en el techo, Mateo se sentía acorralado, se quebró. Se rompió en mil pedazos al ver que tenía dos opciones en su camino, el primero era tirar la toalla, dejar de ejercitar su alma como si estuviera en el gimnasio y retirarse del grupo, o como segunda opción podía convertirse en el Cristiano Ronaldo de su vida, no dejarse derrumbar y salir victorioso como Messi en la Copa América 2021.
Pero, por un tiempo para Mateo ya ni era necesario bañarse, debido a todo lo que lloró en varias ocasiones, a veces al frente de todos y otras veces escondido bajo su cobija en la oscuridad. Su espíritu se limpiaba con cada lágrima que botaba complejos y miedos de su ser.
Así mismo, como si tuviera la misma emoción de Bob Esponja al hacer una cangreburguer, Mateo encontró amor propio, seguridad, comprendió que si él es de tal forma es porque debía aprender algo o debía aceptar algo dentro de él. Además, si había algo de su cuerpo que podía mejorar naturalmente, sí valía la pena intentarlo, porque Remar le enseñó que no debe tener ninguna inconformidad. Por lo tanto, comenzó a comer más verde y comenzó a ir a ese amado lugar oloroso a sudor para subir de peso. Ya que era una inseguridad que sí podía mejorar y el cambio era saludable… “si el cambio a mi cuerpo es saludable, se lo puedo dar”.
Construirse a uno mismo es de los mejores placeres de la vida, de-construirse para sanar, para hacer catarsis y ser. Él se armó a sí mismo pieza por pieza, porque sabía que se lo debía, se debía tener valentía para poder expresar sus propias ideas, defenderlas, y mantener una actitud crítica frente a las cosas. Armó un nuevo Mateo, quién reflexiona sobre sus colores internos, quién cada día trata de ser un mejor hijo, un mejor amigo y piensa qué podría hacer para ayudar en la vida de los demás, porque como diría algún miembro del movimiento… “El que no vive para servir, no sirve para vivir”.
Para concluir, las siete formas que Mateo halló para ver la vida con un diferente lente de gafas, se encuentra la palabra amar, relacionada con amor propio, renacer, confiar en sí mismo y tener seguridad al hablar. Mateo lo logró, conoció el amor propio, ahora es capaz de salir a caminar en pantaloneta por las faldas de la ciudad.
Además, la idea de estudiar de día con el frió de Manizales, quedarte en la tarde con tus nuevos amigos a explorar la vida, a crecer personalmente, después salir con tus amigos a azotar baldosa acompañado del fuerte sabor del Ron de Caldas o a comer hamburguesas suena como un muy buen plan.
Así que se encariño, cada vez sonreía más y más al escuchar Remar, sus cuerdas vocales gritaban de felicidad al cantar el himno del movimiento, el cual dice así… “Voy a luchar por encontrar, la meta que quiero alcanzar” y su camisa que lo distingue como miembro del grupo se mojaba de tanto sudor y pasión. Mateo ya amaba Remar, se había convertido en su respirar, debido a que él llegó a un punto donde no sólo era ir los viernes y estar cuatro horas en la tarde, ahora iba a campamentos regionales y nacionales, donde las canciones del movimiento se acompañaban de las expresiones mira ve, achichai, mano, achichuca. El sabor ya no sólo era parte de la comida, sino que también era de cada persona, de nueve diferentes ciudades compartiendo su vida y sus diferencias culturales.
En la Pascua Internacional 2017 celebrada en el inmenso colegio Champagnat de Ibagué, donde los días eran soleados y calurosos, pero las noches eran frías y solitarias, por el silencio de los 300 participantes al descansar su ser, tras días de mirarse internamente. El campamento continuó su rumbo y llegó el día del viacrucis, en el mundo marista consiste en ir a estaciones con diferentes temáticas y reflexionar sobre tus traumas, miedo, pérdidas y logros. Así que el viacrucis inició, el silencio era sorprendente, pues ya no se escuchaba gritos, risas o música, ahora se escuchaba murmurar, llanto y el mismo silencio en sí, el ambiente se sentía pesado y el tiempo lento. Mateo llegó a una estación donde la pregunta y reflexión era sobre sus látigos, pero en ese momento su corazón no sintió un punzón, sino que sintió tranquilidad. Tomó el papel para reflexionar sobre sus pasadas inseguridad y reconoció que “si no me amo a mí mismo, no puedo ser una mejor versión de mí, porque… ¿Cómo puedo ser mejor si no amo quién soy?”.
El 2017 fue un año de intensas emociones para Mateo, en su camino de introspección se presentó una nueva carta de aprendizaje disfrazado de viaje en los días de novena. Este tipo de viajes representa la frase de solidaridad del grupo en su mayor expresión, pero que, a su vez, exige esfuerzo, incluso exige aguantar una lavadora en tu estómago. Así que, su navidad pasó de rumba en Manizales a un nuevo rumbo en el pueblo Supía, Caldas.
Nuevo propósito navideño
Labor social en un pueblo oprimido
Por la violencia que se normalizó
Sin embargo, nunca encajó
Niñas, niños y jóvenes
Pobreza, actitudes groseras, malas enseñanzas, maltrato familiar
Pero a través del juego se logró descifrar
Rotos los corazones de los habitantes
La duda abrió puertas
Los juegos construyeron lazos
La confianza fluyó para explorar los problemas
Joven con arma en casa
Pierde su rumbo en la vida
Papá dueño del arma
No tiene idea de lo que incita
Lazos de confianza
Respeto mutuo
A pesar de la violencia
La humanidad de los habitantes marcó a Mateo
La amabilidad era maravillosa
Su alma se nutrió
De pasión y vocación
Amor por ayudar
Crecimiento personal
Compartir historias
Compartir lágrimas
Compartir comidas
Compartir hogar
Su sentido en esta vida cambió, ya no es blanco y negro, todo se ha venido organizando de la mano de Remar. Descubrió que su propósito por el resto de su caminar es acompañar la vida de otros, siguiendo la pasión por servir al otro, sólo que de carácter profesional. Actualmente estudia trabajo social en la Universidad de Caldas, donde aprende herramientas para poder ayudar a liberar a personas de sus oscuridades. Por otro lado, es timonel de Acrux, una carabela, es decir, se convirtió en un guía de vida que acompaña a jóvenes como cuando él estuvo en su proceso interpersonal en noveno, décimo y once.
Ahora lleva dos años y medio brindando herramientas para que cada persona sea dueño o dueña de su vida y claro, su proceso espiritual tampoco ha terminado, puesto que él también recibe formación al formar, es similar a cuando vas a hacer labor social en algún pueblo, tú los ayudas, brindas lo mejor de ti, pero siempre aprenderás sobre la vida sin ni siquiera saber que necesitabas aprender eso. “Remar se nos tiró la vida, nos sacó de una vida de inconformismos, de mediocridad y de no ser seguros de nosotros mismo al momento de expresar nuestros pensamientos”. Con esta frase tatuada en el alma sale de su casa Mateo Orozco Osorio, tras seis años de haberse embarcado en esta loca aventura, listo para otra tarde con su segunda familia, otro día para continuar transformando realidades.